Ciencia para el desarrollo
- la prensa austral
- 29 feb 2016
- 3 Min. de lectura
“Un científico gasta cuatro veces más que un turista de alta gama en la región” ¡Cuatro veces más!, claro quizás no vengan cientos o miles de científicos en el año a realizar estudios, pero el retorno por expediciones científicas que puedan trabajar y vincularse con el territorio pudiese ser un fuente desarrollo de corto plazo para la región.
En diciembre del año 2015 el Consejo Nacional para la Innovación y el Desarrollo (CNID), representado por su presidente Gonzalo Rivas, visitó Punta Arenas para presentar a la comunidad científica regional y autoridades las conclusiones del estudio “La región Sub-Antártica como impulsora de desarrollo e innovación”. El estudio pretendía abordar las preguntas de si la región Sub-Antártica, ¿es atractiva, de una manera distinta, para la comunidad científica internacional?, ¿Qué necesitan los científicos para venir y quedarse más tiempo?, ¿Qué impactos tendría en la región si esto sucediera? y ¿Cómo abordar el Desarrollo de un Laboratorio Natural en la Región Sub-Antártica?
Dentro de las conclusiones que se entregaron ese día, dos destacaron por sobre el resto. Una de ellas fue el generar una innovación territorial, más que de tecnología y de mercado. La innovación viene dada en plantearse que el territorio tiene condiciones de laboratorio natural y desde ese punto debemos conservarlos, incentivando a quienes están llamados a administrar dichos territorios a generar condiciones de sustentabilidad para su desarrollo.
La segunda fue generar encadenamientos científicos (no necesariamente tecnológicos), que faciliten la transmisión de conocimiento entre la ciencia, sectores productivos, sociedad civil gobierno y gestores del territorio. Esta última la encontré principalmente interesante ya que es la más rápida de asimilar; el lograr entablar redes de vinculación entre estos actores donde se establezca que la ciencia es un pilar fundamental de nuestro desarrollo, no sólo la ciencia aplicada, que puedan mejorar nuestros procesos productivos, o puedan generar patentes, sino que también la “ciencia por hacer ciencia”; y es aquí donde sale la cuña de ese día “Un científico gasta cuatro veces más que un turista de alta gama en la región” ¡Cuatro veces más!, claro quizás no vengan cientos o miles de científicos en el año a realizar estudios, pero el retorno por expediciones científicas que puedan trabajar y vincularse con el territorio pudiese ser un fuente desarrollo de corto plazo para la región.
Ahora es cuando ciertas dudas aparecen, siendo Chile conocido como un país exportador/explotador de recursos naturales (incluso el turismo). ¿Cómo logramos que ingresos como estos, se transformen no sólo en crecimiento sino que también de desarrollo económico?, en donde seamos nosotros los generadores de conocimiento y no solo los que entregamos la materia prima para que este sea creado.
¿Cómo nos convertimos de ser conocidos por tener la Octava Maravilla del Mundo, a ser reconocidos como la región con la mejor escuela de turismo de Chile, Sudamérica o el mundo? ¿Cómo cambiamos el paradigma de ser importadores de conocimiento a ser generadores del mismo?, esto me recuerda y pongo como ejemplo la presentación sobre energías marinas que dio el oceanógrafo y colaborador del Cequa Sergio Andrade el año 2014, donde expuso que tenemos uno de los mejores ambientes a nivel mundial para la generación de energía mareomotrices, en la primera y segunda angostura del estrecho de Magallanes, con potencial de generar varios MW, (aún tenemos un par de años para que esta tecnología madure), pero eso no era lo más relevante, lo más importante es que tenemos las condiciones para ser un sitio de prueba de diferentes tecnologías mareomotrices a nivel mundial, con lo cual podríamos perfectamente convertirnos en un centro de generación de conocimiento en dicha temática, o sea un cambio de paradigma.
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